El Palacio de los Deportes vibró como pocas veces. Miles de fanáticos colmaron el predio del parque 9 de Julio para celebrar el regreso de Andrés Calamaro a Tucumán, después de casi seis años de ausencia. No fue un concierto más: fue parte de la gira “Agenda 1999”, que conmemora los 25 años de Honestidad brutal, uno de los discos más crudos y personales del artista.

La convocatoria fue imponente. Organizado por PFB Producciones, el show agotó todas las tandas de entradas en tiempo récord. Más de 5.000 personas se hicieron presentes, y una sexta tanda fue habilitada de urgencia ante la demanda desbordada.

A las 21:30, sin demoras, arrancó la misa rockera con “Output-Input”. El mismo tema que Calamaro usó para abrir el Quilmes Rock esta temporada. A partir de ahí, una catarata de himnos fue interpretada junto a una banda de siete músicos, entre los que destacaron dos nuevos integrantes en saxo y trompeta, presentados por el propio Andrés como “tripulantes de lujo”.

El público, encendido desde el primer acorde, no dejó de cantar. Temas como La parte de adelante, Jugar con fuego y Clonazepán y circo levantaron al estadio en una euforia colectiva. En cambio, otros momentos apelaron al corazón: Cuando no estás, Te quiero igual y Los aviones fueron coreados con una intensidad cargada de emoción.

El recital fue también una autobiografía musical. Desde sus raíces con Los Abuelos de la Nada, pasando por Los Rodríguez, hasta su consagración como solista, Calamaro diseñó un repertorio que funcionó como un viaje por el tiempo. Cuando sonó Me arde, los recuerdos del rock ochentoso se adueñaron de la noche. Más de un asistente, con remera vieja y mirada nostálgica, parecía haberse reencontrado con su yo adolescente.

Uno de los instantes más emotivos fue cuando sonó “Crímenes perfectos”. Miles de celulares iluminando el estadio, solo la voz y un teclado sosteniendo un clímax íntimo y compartido. Luego llegaron Alta suciedad, Flaca y Paloma, cada una recibida como si fuera un secreto entre amigos.

La primera despedida fue con “Paloma”, pero nadie se movió. El Salmón volvió al escenario para regalar un bis con “Estadio Azteca” y “El Salmón”, cerrando con esa canción que, más que canción, es una declaración de principios.

La ovación fue larga, agradecida, con aplausos que no querían apagarse. A sus 63 años, Andrés Calamaro sigue demostrando por qué es una figura esencial del rock en español. En Tucumán, no solo dio un concierto: compartió una parte viva de su legado.

Porque su obra todavía se escribe. Y anoche, se celebró como se celebra a las leyendas: con pasión, memoria y poesía callejera.