Después de 70 años el Reino Unido volvió a tener un acto protocolar de gran magnitud. El rey Carlos III y su esposa Camila obtuvieron este sábado la coronación. El ritual ocurrió en Abadía de Westminster frente a unas 2300 personas y no estuvo exento de protestas anticoronas.

La procesión comenzó en el Palacio de Buckingham. Allí el rey de 74 años y la reina de 75 subieron a la carroza y desfilaron hasta el edificio religioso del centro de Londres. A pesar de la lluvia, miles de personas dijeron presente para saludar a los coronados.

Mientras tanto, dentro de la Abadía de Westminster había 2300 invitados especiales, entre ellos la primera dama estadounidense Jill Biden, el presidente brasileño Lula da Silva y los reyes de España Felipe VI y Letizia, además de Enrique, de 38 años, hijo menor de Carlos y enemistado con la familia real, asistió a la coronación sin su esposa, la estadounidense Meghan Markle, y cientos de representantes de la sociedad civil británica. Del otro lado de la pantalla, miles de televidentes siguieron la ceremonia desde distintos rincones del mundo.

Ocho meses después de asumir a la corona tras la muerte de Isabel II, Carlos y Camila ingresaron vestidos con capas ceremoniales para ser consagrados en la monarquía británica. El ritual fue casi igual a todos los anteriores a pesar del contexto de crisis que está que viviendo Gran Bretaña por el alto costo de vida: los monarcas usaron tres coronas engarzadas con diamantes y piedras preciosas, ropa bordada con hilo de oro, tres cetros y un par de espuelas también de oro.

 

Miles de personas saludan a los reyes (REUTERS/John Sibley)

La parte central del acto llegó cuando el arzobispo Justin Welby colocó sobre su cabeza la espectacular corona de San Eduardo, que solo se lleva en el momento de la coronación. Además, Durante la ceremonia, la multitud reunida en la Abadía de Westminster se unió en un coro de “Dios Salve al Rey” mientras el príncipe Carlos era coronado.

Pero no todo fue alegría. En el desfile del carruaje real, los reyes pasaron frente a una manifestación de pancartas amarillas en las que podía leerse “No eres mi rey”. Algunos de ellos terminaron detenidos y esposados.