El inicio del año trajo malas noticias para los consumidores estadounidenses: la inflación volvió a acelerarse en enero, impulsada por el aumento del costo de los alimentos, la gasolina y los coches usados. Con un alza del 3% en el índice de precios al consumidor (IPC) respecto al año anterior, el dato publicado por el Departamento de Trabajo superó las previsiones y subrayó la persistencia del problema.
Este repunte marca el cuarto mes consecutivo de incremento y aleja, al menos por ahora, la posibilidad de que la Reserva Federal (Fed) recorte los tipos de interés. La inflación se mantiene por encima del objetivo del 2% durante los últimos seis meses, lo que ha generado tensiones en el ámbito político y económico.
Donald Trump no perdió tiempo en responsabilizar a su predecesor. “INFLACIÓN DE BIDEN AL ALZA”, escribió en sus redes sociales, avivando un debate que se ha convertido en un eje central de la contienda electoral. Durante su campaña, el expresidente prometió reducir los costos, aunque los economistas advierten que sus propuestas arancelarias podrían elevar aún más los precios.
Sin embargo, la preocupación no es solo política. La inflación subyacente, que excluye los volátiles sectores de alimentos y energía, subió un 3,3% en enero respecto al año anterior. A nivel mensual, el aumento del 0,5% fue el más alto desde agosto de 2023, una tendencia que refuerza la prudencia de la Fed.
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, comparecerá ante el Congreso para explicar la postura del banco central. En su última intervención, dejó claro que “no hay prisa” por bajar los tipos de interés, argumentando que aún se necesitan más señales de una reducción sostenida de la inflación.
Pero no solo las tasas de interés influyen en los precios. La política arancelaria también podría tener un impacto determinante en los próximos meses. Trump ya ha anunciado un arancel del 25% a las importaciones de acero y aluminio, con más medidas en el horizonte. Los economistas de Goldman Sachs estiman que, sin nuevos aranceles, la inflación subyacente caería al 2,3% a finales de año. Pero si los impuestos a las importaciones se multiplican, la previsión sube al 2,8%.
Powell reconoció que los aranceles podrían obstaculizar los planes de la Fed. “En algunos casos no llega mucho al consumidor y en otros sí”, explicó. Pero la incertidumbre persiste. Lo único claro, por ahora, es que el fantasma de la inflación sigue rondando la economía estadounidense, y con él, las decisiones políticas y financieras del país.