El pasado 7 de enero, Los Ángeles, California, enfrentó el primer gran incendio del año. Aunque las brigadas de bomberos lograban avances significativos contra el fuego inicial, un nuevo foco, identificado como el incendio Hughes, desató el caos al consumir 2.000 hectáreas en menos de dos horas.
El siniestro se originó en la mañana del miércoles en la zona montañosa de Castaic, al norte de Los Ángeles, generando una nueva ola de evacuaciones masivas. La rápida propagación del fuego fue atribuida a los fuertes vientos que azotan el sur de California en los últimos días, lo que complicó aún más las tareas de control.
Las autoridades locales se mantienen en alerta máxima mientras los equipos de emergencia trabajan para contener el avance de las llamas y garantizar la seguridad de los residentes en las áreas afectadas.