En 2013, el trágico colapso del Rana Plaza causó una gran indignación, lo que llevó a marcas internacionales y fábricas locales en Bangladesh a acordar la creación de una estructura de inspección independiente para garantizar la seguridad de las fábricas. Este acuerdo, conocido como “El Acuerdo”, es innovador, ya que obliga a las marcas a pagar las reparaciones de los edificios de sus subcontratistas y ha evitado accidentes graves en los últimos 10 años. Según Kalpona Akter, presidenta de la Federación de Trabajadores Textiles de Bangladesh, las fábricas textiles en la actualidad son mucho más seguras y ya no se teme otro desastre como el Rana Plaza.
El Acuerdo fue firmado por 175 marcas y cubre a más de 2 millones de trabajadores textiles en Bangladesh, lo que representa la mitad del total del país. Sin embargo, en los últimos tres años, ha habido cambios en la estructura del consejo de administración, y los propietarios de las fábricas se oponen al sistema de control, lo que genera preocupación sobre su efectividad.
A pesar de los esfuerzos realizados después de la tragedia del Rana Plaza, la explotación de los trabajadores sigue siendo un problema en Bangladesh. Nayla Ajaltouni, delegada general del colectivo “Ética en la etiqueta”, destaca que la industria de la confección en Bangladesh sigue explotando a los trabajadores, quienes ganan en promedio unos 70 euros mensuales, trabajan siete días a la semana y enfrentan violaciones de la libertad sindical. Aunque se promulgó una ley pionera en Francia después del desastre del Rana Plaza, que permite a los tribunales franceses exigir responsabilidades a las grandes multinacionales, Nayla Ajaltouni indica que todavía hay lobbies que se resisten a cambiar su modelo económico.
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