En una cautivadora entrega de “Tucumán en Primera Persona”, Edy Cifre nos guía por los caminos de una joya escondida al sur de la provincia. Nos sumergimos en la historia de Río Seco, un pintoresco pueblo que reposa en el corazón del departamento Monteros, a escasos kilómetros de Villa Quinteros, y que ostenta el título de la “capital del pesebre”.

Las raíces históricas de Río Seco se entrelazan con los misteriosos pasados de sus construcciones emblemáticas. El antiguo ingenio La Providencia se erige como un testigo silente de tiempos pasados, rodeado de chalets que alguna vez albergaron a aquellos titanes de la industria que ocupaban posiciones esenciales.

La iglesia, un punto central en la mayoría de las ciudades, se alza de manera única en Río Seco. A diferencia de los típicos lugares de culto que enfrentan las plazas principales, esta iglesia se alza en un camino que serpentea hacia el antiguo ingenio, dejando una impresión inolvidable en todo aquel que la contempla.

La historia de Río Seco se entrelaza con los orígenes mismos de la provincia. En el año 1685, mientras San Miguel de Tucumán dejaba atrás Ibatín para encontrar su ubicación actual, muchos habitantes desafiaron la decisión del rey de España y buscaron refugio en la selva, formando pequeños asentamientos. Así  nació Río Seco. Para 1888, el gobernador Lidoro Quinteros fundó la villa que llevaría su apellido a escasa distancia, fundiendo a estas dos localidades en un vibrante conglomerado urbano.