En un escenario imponente, la Ciudad Sagrada de Quilmes, ubicada cerca de Amaicha del Valle, se convierte en el epicentro de las festividades en honor a la Pachamama, la Madre Tierra. Esta antigua tradición, que se celebra el primero de agosto, es un momento crucial para agradecer y rendir homenaje a la tierra que nos sustenta.

Turistas de distintas partes del país, como Santa Fe y Buenos Aires, han llegado para participar en las ceremonias. Sergio, un guía con 16 años de experiencia en la región, nos brinda una perspectiva más profunda sobre la significancia de estas prácticas ancestrales.

Las festividades incluyen una serie de ceremonias que comienzan con la “corpachada”, un ritual que implica cavar un pozo, simbolizando la apertura de la boca de la Madre Tierra. Aquí se depositan ofrendas como tabaco, vino y guiso, en un gesto de agradecimiento y renovación. Sergio explica que este ritual es crucial para “alimentar a la madre tierra que hoy despierta” y asegura que “el primer rayo solar nos da energía para fortalecernos en el nuevo año lunar”.

Uno de los momentos más esperados es la lectura de la piedra, una práctica que busca prever el clima y la abundancia del año entrante. Sergio señala que si la piedra está “lloriscosa”, indica un año de abundantes lluvias y buena cosecha, mientras que una piedra seca puede presagiar escasez de agua y menos productividad.

Las actividades continúan con la disposición de las ofrendas y el encendido de un fuego sagrado, en el que los participantes descargan las malas energías acumuladas durante el año. Este evento no solo es un acto de fe y tradición, sino también una manifestación de la conexión profunda entre las comunidades del norte argentino y su entorno natural.