La historia de Betty Argañaraz, desaparecida desde el 31 de julio de 2006, sigue sin un cierre. Betty, de 45 años, desapareció camino a la escuela donde trabajaba y, a pesar de que dos personas fueron condenadas por su asesinato, su cuerpo nunca apareció.
Liliana Argañaraz, hermana de la víctima, expresa el dolor de la familia: “La justicia cerró el caso, sepultó a mi hermana y la olvidó”. Liliana denuncia que, en estos dieciocho años, el estado y la justicia han estado ausentes, preocupándose más por los derechos de los condenados que por encontrar a Betty. “Nos dejaron con ustedes, porque son los únicos que están presentes”, dijo Liliana, refiriéndose a la comunidad y a los medios de comunicación.
En el juicio, se determinó que Acosta y Fernández, dos ex monjas que mantenían una relación sentimental, engañaron a Betty para que pasara por su casa antes de ir a la escuela, donde fue asesinada. Betty iba a asumir la dirección del Colegio San Francisco el 31 de julio de 2006, un día que debería haber sido de celebración se convirtió en una tragedia.
“A estos dos monstruos, estas almas perversas, las condenaron por 20 años. Esto marcó una jurisprudencia importante, que se puede sentenciar sin tener el cuerpo, pero no alivia nuestro dolor ni significa que vayamos a bajar los brazos”, afirmó Liliana.
La familia Argañaraz ha luchado incansablemente desde el primer día, buscando respuestas y justicia para Betty. Su caso es un recordatorio sombrío de que, incluso en democracia, hay desaparecidos cuyos casos siguen sin resolver.