El reloj marcaba las siete de la tarde del domingo 13 de abril cuando, en un tramo de la autopista de Circunvalación, el tiempo se detuvo para una familia. A la altura del barrio Las Piedritas, un automóvil que prestaba servicios para una aplicación de viajes volcó y dejó una postal trágica que, con el correr de los días, fue creciendo en su dimensión más dolorosa.
En el acto murió Delfina, de apenas siete años, una de esas nenas que todavía no saben de peligros ni de cinturones de seguridad, pero que sí saben reír, preguntar y soñar. En el mismo vehículo viajaban su mamá, Claudia Mansilla, de 32 años, su hermanita Renata, de 13 días, y el conductor, quien fue derivado junto a las víctimas a distintos centros de salud.
Pero lo que parecía un accidente grave terminó siendo una tragedia sin pausas. En la madrugada del lunes, Claudia murió a causa de las heridas internas, dejando sola a la recién nacida que aún luchaba por sobrevivir en La Maternidad de la Capital.
La noticia final llegó este jueves santo, cuando Renata también falleció, cerrando un capítulo cargado de impotencia para quienes, desde la vereda de enfrente, observan cómo un viaje común puede convertirse en una catástrofe familiar.
Tres muertes. Cuatro días. Una misma autopista. Un mismo auto.
Desde el Ministerio de Salud de Tucumán confirmaron oficialmente el fallecimiento de la bebé, mientras que la investigación judicial sigue su curso. El conductor del vehículo, cuyas heridas no fueron letales, se convirtió en testigo involuntario del hecho más difícil de narrar.
En Las Piedritas, las flores siguen apareciendo al costado del asfalto. No tienen nombre, pero todos saben a quiénes recuerdan. Y en cada bocina, cada frenada o cada curva, queda el eco de una familia que ya no está.