Muchas veces pensamos que las utopías no existen, que no se pueden hacer cosas extraordinarias, sobre todo si ya no somos tan jóvenes. Ahí empiezan los prejuicios, que en más de una oportunidad son más nuestros que ajenos. Esta es la historia de Mirta Fidalgo, una olavarriense que poco sabe de esas cosas, que cree en sus instintos, sus fuerzas y en sus sueños. Un día planificó con su pareja, Omar, un viaje en bicicleta, que tenía como objetivo dejar una huella de esperanza en sus hijos y demostrarles que se puede.
Mirta programó un viaje de 5.140 kilómetros, uniendo toda la Argentina a través de la ruta 40, sin interrupciones, en tres meses y medios, enfrentándose al clima adverso, a lluvias, al extremo calor y a sus propios fantasmas, hijos del cansancio.
“La planificación en este tipo de viajes es fundamental porque hay un montón de imponderables, que van ocurriendo y hay que resolverlos sobre la marcha. Hay cambios de planes por distintos motivos. Nosotros tuvimos que planificar inclusive desde donde salíamos, si lo hacíamos desde el km 0 o desde el km 5.140, porque íbamos a atravesar distintos climas y ese era el mayor obstáculo”, explicó Mirta a Rosario3.
Y agregó: “Nosotros decidimos salir desde la Quiaca e ir para abajo por las condiciones climáticas hasta Cabo Vírgenes, en Santa Cruz. Llegamos en una camioneta, tuvimos un período de adaptación por la altura y la falta de oxígeno, eso nos llevó 10 días. Mi pareja tiene experiencia y planificó todo de esta manera porque había que observar las temperaturas elevadas de día y bajo cero de noche. Eso era lo difícil de sortear si no se estudia todo el territorio”.
La aventura comenzó el domingo 18 de diciembre, sí, después de la final de la Copa del Mundo ganada por Messi y compañía. Una hora después arrancó el viaje. Hubo muchos inconvenientes, pero nada les hizo pensar que abandonarían el recorrido. “El sur era complejo, lo más difícil, porque el viento es fuerte. Además, hay muchas curvas, subidas, bajadas; en el norte es complejo por los caminos, ya que hay mucha calamina que es el serrucho profundo, hay zonas de minas y allí era dificultoso”.
Nunca se les pasó por la cabeza darse por vencidos: “En ningún momento porque pensaba en mis hijos, Agustín, Victoria y Paula. Eso me daba ánimo. Yo quiero dejarles un legado de lo que se puede hacer en la vida y esto para mí era importante. Era un desafío. Era como decirles a todos que se puede hacer lo que uno se propone. Muchos me decían que por la edad no lo iba a poder hacer y yo quería demostrar que sí, que se podía y pensar en ellos me daba fuerza para hacerlo”.
“Soy docente, además de ser madre y esposa, pero para mí el deporte es muy importante. Por lo tanto, estoy siempre planificando algo diferente al resto y eso me motiva. Mucha gente me decía que no lo hiciera, que no llegaría y me explicaban las dificultades que podían aparecer. Prefiero no escuchar a quienes te dicen que no podés”, aseguró Mirta.
Llegó el final, en este caso, el kilómetro cero: “Me agarró mucha nostalgia, tuve que sacar las alforjas, desarmar las bicicletas. Calculá, tres meses y medio solo pensando en esto y de repente se terminó y justo el día de mí cumpleaños. Fue fuerte y sentí ese desarraigo. Llegamos cuando cumplía mis 66 años, cosa que no planificamos. Se dio. Volvimos en avión. La tristeza nos invadió. Ya se había terminado. Fue raro.