La sala de la Asamblea General de la ONU estaba colmada. Los representantes de los 193 países miembros esperaban su turno para votar una resolución que, una vez más, exigía a Rusia el cese de hostilidades en Ucrania y la retirada inmediata de sus tropas. No era una votación más: a casi dos años del inicio de la invasión, el texto reforzaba la presión diplomática sobre el Kremlin y ponía en evidencia las posiciones de cada nación ante el conflicto.

Cuando llegó el turno de Argentina, la decisión fue abstenerse. Junto con otros 64 países, el gobierno de Javier Milei evitó inclinarse por alguna de las dos posturas mayoritarias. La resolución obtuvo 93 votos a favor y 68 en contra, con Estados Unidos, Rusia, Corea del Norte, Bielorrusia y Hungría entre los opositores.

Antes de la votación, Mariana Betsa, viceministra de Relaciones Exteriores de Ucrania, había lanzado una advertencia que resonó en la sala: “Ninguna nación puede sentirse segura si se permite justificar una agresión y culpar a la víctima por su resistencia”. Pero la presión no fue suficiente para alinear a Argentina con el bloque que impulsaba la condena a Rusia.

El mapa de la votación reveló las distintas posiciones en la región. Guatemala y Belice votaron a favor de la resolución, mientras que Nicaragua se alineó con Rusia y Estados Unidos en contra. Otros países de América Latina, como El Salvador, Costa Rica, Honduras, Panamá, Cuba, Paraguay y China, también se abstuvieron.

La decisión de Argentina abre interrogantes sobre su estrategia diplomática en un escenario global cada vez más polarizado. ¿Neutralidad calculada o simple evasión? Mientras el mundo debate el futuro del conflicto, la postura argentina queda en el centro de la escena.