El aire en la Plaza de los Congresos se volvió espeso con el correr de las horas. Lo que en principio parecía una protesta en defensa de los jubilados pronto se transformó en una excusa para el desorden. Hinchadas de fútbol, gremios opositores y sectores radicalizados coparon la escena, desplazando a los manifestantes originales y encendiendo la mecha del enfrentamiento.

El primer choque ocurrió en la esquina de Hipólito Yrigoyen y Entre Ríos, donde un grupo intentó romper el cerco policial. Los efectivos de la Policía Federal reaccionaron con gases lacrimógenos y balas de goma, mientras los agitadores insistían en avanzar. Minutos después, camiones hidrantes entraban en acción para dispersar a los violentos.

En la Avenida Rivadavia, hinchadas de Racing, Boca, River, Chacarita, Tigre y Ferro se hicieron notar, algunos vistiendo remeras con la imagen de Diego Maradona. Los sindicatos del transporte y camioneros se sumaron al tumulto, transformando la protesta en un foco de disturbios. Mientras tanto, dentro del Congreso, la oposición aprovechaba el clima de tensión para reflotar el caso LIBRA, añadiendo un ingrediente político a la jornada.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, había advertido que los hinchas que participaran en los disturbios serían vetados de los estadios, en un intento de frenar la escalada de violencia. Sin embargo, la advertencia no bastó. Policía Federal, Prefectura y Gendarmería desplegaron un amplio operativo para restaurar el orden.

Finalmente, las fuerzas de seguridad lograron contener la situación. La manifestación, que comenzó con poco apoyo, terminó desenmascarada como una acción organizada para generar caos y desafiar al Gobierno. La protesta, anunciada como pacífica, dejó una conclusión inapelable: el verdadero objetivo nunca fue defender a los jubilados.