Eran las primeras horas del miércoles en el barrio de Tolosa, cuando el silencio de la mañana se rompió de golpe. Un camión de residuos hacía su recorrido habitual, pero esa jornada no terminó como todas las demás. En apenas unos segundos, Noelia Sosa, barrendera, madre, trabajadora, quedó atrapada bajo las ruedas del mismo vehículo que solía acompañarla cada jornada laboral. Murió en el acto.

Detrás del volante iba Jorge Aníbal Kap, quien ahora duerme tras las rejas, por orden del juez de Garantías Agustín Crispo, en sintonía con el pedido del fiscal Fernando Padován, de la UFI 12 de delitos culposos. El mismo que meses atrás capturó la atención mediática al ordenar la detención de Felicitas “La Toretto” Alvite.

Pero esta vez, la historia no tuvo cámaras ni velocidad. Solo un camión, una marcha atrás, cincuenta metros en contramano, y una mujer que no volvió a su casa.

El documento judicial al que accedió este medio no deja lugar a dudas sobre la gravedad de lo sucedido. “Actitud temeraria, violación de la ley de tránsito, desprecio por el bien jurídico protegido”, enumera el fallo. El camión, perteneciente a una empresa concesionaria del servicio público municipal, se transformó en arma por la negligencia de quien debía controlarlo.

La Fiscalía considera que no se trata simplemente de un accidente. El término técnico es “homicidio culposo agravado”, una figura que sube la expectativa penal a un rango que va de 3 a 6 años de prisión.

En Tolosa, el barrio todavía no sale del estupor. La muerte de Noelia dejó un hueco en las veredas, en las esquinas, en los ojos de sus compañeras de trabajo que hoy empujan sus carros con una mezcla de bronca, miedo y tristeza. Porque esta vez, el peligro no vino del crimen ni del azar. Vino del trabajo.