La escena es la misma de siempre: un presidente argentino de mirada desafiante, de pie ante el Congreso, dibujando con palabras un futuro de crecimiento y apertura. Esta vez, la promesa viene con acento libertario: Javier Milei aseguró en la apertura de sesiones ordinarias que su gobierno está ante una “oportunidad histórica” para alcanzar un acuerdo comercial con Estados Unidos. Pero en Washington, la respuesta es distinta. Mientras la Argentina mira hacia un tratado de libre comercio, los intereses norteamericanos parecen inclinarse más hacia la inversión y la seguridad jurídica.
“Es necesario estar dispuestos a flexibilizar o incluso, llegado el caso, a salir del Mercosur, que lo único que logró desde su creación es enriquecer a los grandes industriales brasileños a costa de empobrecer a los argentinos”, disparó Milei desde el atril del Congreso. Sus palabras evocan un episodio que aún resuena en la memoria política: el frustrado Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que naufragó en 2005 en la Cumbre de Mar del Plata.
Pero más allá del entusiasmo discursivo, las señales que llegan desde el otro lado del continente no parecen alineadas con los deseos del mandatario argentino. Mauricio Claver-Carone, exfuncionario del Departamento de Estado y figura clave en las relaciones interamericanas, fue categórico: “No estamos buscando nuevos tratados de libre comercio. Lo que queremos son tratados de comercio justos y equitativos”. En otras palabras, la idea de Milei podría encontrar más trabas que aperturas.
Más allá de la retórica, el trasfondo es claro: Estados Unidos, con Donald Trump nuevamente en la Casa Blanca, ha mostrado una postura más proteccionista. Las exportaciones argentinas ya sufren las tarifas del 25% al acero y al aluminio, y cualquier negociación deberá sortear esos obstáculos. Además, la Argentina mantiene históricamente un déficit comercial con la potencia norteamericana, con un rojo anual promedio de casi 3.000 millones de dólares.
Sin embargo, no todo está perdido. Aunque el libre comercio no sea una prioridad en la agenda de Washington, sí lo es la inversión en sectores estratégicos. Fabián Calle, analista internacional, lo resume en términos pragmáticos: “Hoy el énfasis en el mundo pasa más por la garantía de inversiones e infraestructura. Si Argentina logra acuerdos en petróleo, gas, minerales y software, eso podría atraer capitales y modificar la ecuación económica del país”.
Los números avalan esa mirada. Con un stock de inversión extranjera de 30.000 millones de dólares, Estados Unidos es el principal inversor directo en Argentina. Gran parte de esos fondos se destinan a la extracción de petróleo y gas, sectores que podrían convertirse en el verdadero puente de cooperación entre ambos países.
En definitiva, mientras Milei proyecta un futuro de apertura comercial, la realidad parece indicar otro camino. No es la primera vez que un presidente argentino intenta un acercamiento con Washington bajo la promesa del libre comercio. La pregunta es si esta vez, más allá de las declaraciones, habrá una hoja de ruta concreta o si la historia volverá a repetirse.