La desaparición de Federico Oliva, un analista de sistemas y comerciante de 38 años, tuvo el peor desenlace. Su cuerpo fue hallado el pasado sábado en una zona rural cercana a Capilla del Monte, con signos de una muerte violenta que sacude a Córdoba.
El caso, envuelto en un profundo hermetismo, es investigado por la fiscal Paula Kelm, quien mantiene bajo secreto de sumario las actuaciones. Sin embargo, algunos datos estremecedores salieron a la luz: el cadáver estaba descuartizado y tenía un impacto de bala, según trascendió en medios locales.
Una desaparición con muchas incógnitas
Oliva, oriundo de Cruz del Eje pero radicado en Río Ceballos, desapareció el 24 de febrero, cuando viajó en su camioneta Ford Bronco a La Falda para visitar a un amigo. Desde las 23 horas de ese día, su rastro se perdió por completo.
La familia denunció su ausencia al día siguiente y, durante la investigación, el testimonio del último hombre que lo vio con vida se convirtió en pieza clave del caso. Según este amigo, Oliva habría partido esa noche hacia la ciudad de Córdoba con personas que no pudo identificar.
Un giro en la investigación
El 1º de febrero, el hallazgo del cuerpo confirmó que se trataba de un homicidio brutal. Mientras tanto, las pruebas apuntaron al círculo cercano de la víctima. La fiscalía puso el foco en el amigo que lo vio por última vez, quien llevó la Ford Bronco a Córdoba en la madrugada del martes 25 y luego regresó a La Falda sin dar mayores explicaciones.
El hombre, dueño de un comercio de instrumentos musicales en La Falda, fue imputado por encubrimiento, aunque la causa sigue abierta y podría haber más implicados.