La cita es este viernes. A metros del National Mall, entre cúpulas y columnas blancas, el directorio del Fondo Monetario Internacional se sienta a discutir un nuevo capítulo de su enrevesada relación con la Argentina. La agenda es clara: un nuevo acuerdo por hasta USD 20.000 millones y un primer desembolso que, según deslizan desde Washington, podría alcanzar los USD 12.000 millones. Una inyección urgente para un Banco Central con reservas netas todavía en rojo y un sistema financiero que necesita, con premura, señales de oxígeno.

El telón de fondo es denso. Hace poco más de cuatro meses que los técnicos del FMI y el equipo económico argentino vienen hilando fino, en una negociación técnica pero también profundamente política. La Casa Rosada busca lo que en la jerga se llama un “espaldarazo”. Pero más que gestual, lo necesita contante y sonante: dólares frescos para fortalecer el balance del BCRA y así, eventualmente, comenzar a desarmar el rígido esquema cambiario actual, compuesto por el blend y un crawling peg del 1% mensual.

El último viernes, Infobae había anticipado el rango en el que se movería el primer giro: entre USD 10.000 y USD 12.000 millones, es decir, hasta el 60% del monto total. Hoy, ese mismo debate vuelve a escena en la mesa del board. El Gobierno pidió que todos los dólares sean de libre disponibilidad y que no se resten los futuros pagos de intereses, que recién se volverán significativos en 2027. Esa letra chica, al menos por ahora, juega a favor de la Argentina.

Pero el contexto internacional no ayuda. La semana pasada, Donald Trump agitó los mercados al anunciar nuevas medidas arancelarias. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, no tardó en marcar la preocupación: “Representan un riesgo significativo para las perspectivas globales”, advirtió. La frase fue leída con atención en Buenos Aires. En tiempos de incertidumbre global, cualquier acuerdo puede ser tan volátil como urgente.

Mientras tanto, el Gobierno argentino no se queda quieto. Además del Fondo, explora otras vías de financiamiento: un nuevo REPO con bancos internacionales y la refinanciación de USD 5.000 millones del swap con China. Todo, sin excepción, depende del cierre con el FMI. Sin ese acuerdo como ancla, las otras piezas del dominó no caerán.

En una entrevista con LN+, el ministro Luis Caputo puso números sobre la mesa: solicitó un primer desembolso superior al 40%, es decir, al menos USD 8.000 millones. Argumenta que el ajuste fiscal y monetario ya está hecho y que ahora el foco debe pasar por recomponer al debilitado BCRA.

Desde Washington, Georgieva parece alineada. En diálogo con Reuters, calificó como “razonable” la solicitud argentina, dada la performance reciente del país. Y desde el Congreso estadounidense, la congresista María Elvira Salazar, una aliada del presidente Javier Milei, elevó el tono: pidió al Tesoro norteamericano un desembolso del 75%, nada menos que USD 15.000 millones. Milei, Caputo y Bausili no tardaron en amplificar el mensaje en redes sociales.

La pulseada es, como siempre, técnica pero también política. Este viernes, el reloj marcará más que una hora: marcará el pulso de un país que, otra vez, espera que Washington diga sí.