Son tres historias de una trinchera en la ciudad vinculada con la oscuridad, los bombardeos y la muerte. Kiev, dicen los que narran estas historias, ya no es la capital que el mundo conocía hace 15 meses atrás. Hoy, con menos habitantes y el dolor de llevar una guerra a diario, planifica un futuro lleno de incertidumbre. ¿Podrá sobrevivir a la locura de la muerte?
Oleksandr Slyvchuk habla perfecto español. Atiende el llamado en su casa en Kiev como si estuviese en el mismo barrio del cronista. El analista político ucraniano tiene tiempo y ganas de hablar de lo que allí sucede.
“En Kiev se vive una vida tranquila. Llegan más equipos con armamentos occidentales, pero hay mucha lluvia y el terreno no está preparado para la batalla. La contraofensiva no sabemos cuándo va a empezar”, dice con la normalidad que el acostumbramiento al horror les da a sus caminantes.
-¿Es un riesgo la guerra para los periodistas?
-En Ucrania no. Las zonas de batallas suelen ser raras, pero el gobierno siempre está abierto para lo que los periodistas extranjeros quieran comentar. Nunca tuvieron problemas para grabar desde las trincheras, para comunicarse con los militares, pasar puestos de control, acreditación oficial, para tener reuniones con los ministros y hasta con el presidente Zelensky. No hay ninguna censura pero hay que respetar reglas, hay que tener acreditación, hay que entender que estamos en guerra y te van a pedir mostrar documento, mostrar tu bolso, tu coche. Y si tú violas estas reglas y grabas algún puesto de control sin permiso te van a quitar la autorización. Pero en Ucrania me gusta el nivel de información que tenemos.
Carlos Barría atiende el teléfono recién llegado a Kiev mientras acomoda sus cosas. Con algún dejo de malhumor el notable reportero gráfico de Reuters (ganador del Premio Pulitzer en 2019) reconoce no estar muy contento de haber regresado a Kiev para desde allí seguir al frente de batalla. “Trabaje buena parte del año pasado, volví a casa, estuve en otros destinos. No soy un aventurero que busca adrenalina, solo vengo a hacer mi trabajo lo mejor posible. Y eso es gracias al numeroso equipo de la agencia que nos ayuda a pisar terrenos seguros”, dice el barilochense que desde hace varios años vive en California, EEUU.
“No creo que nadie esté contento de ir a trabajar a la guerra. Estoy porque tengo que trabajar. No estoy feliz por eso. Trato de mantener distancia. Hay muchos que les gustan ir a la aventura. No me gusta ser parte de ese club. Pienso en la responsabilidad del trabajo y de contar la historia”, dijo desde el otro del teléfono.
-¿Cómo actúa un periodista cuando tiene en foco un reporte que un Estado criminal quiere esconder? ¿Cómo cuida su vida? ¿Cuánto pode costar decir en ese momento la verdad?
-Siempre hay riesgo de incomodar a instituciones, gobiernos o grupos. La mejor forma de hacerlo con responsabilidad es chequear, trabajar con fuentes genuinas, dando información que no ponga en riesgo a personas inocentes. Y siempre dar la posibilidad de que tengan de responder a los personajes involucrados en lo que publicamos.
-¿Te autocensuras?
-Pienso que a veces cuando publicamos cosas hay que evitar poner en riesgo la vida de otras personas. Eso nos preguntamos constantemente: si publicamos algo, ponemos en riesgo a otras personas. Muchos gobiernos se escudan con que hay que publicar cosas para evitar poner en peligro la seguridad nacional. Y te obligan a develar fuentes. Algunos conglomerados han sido obligados a develar fuentes por eso. Y tal vez con ese dato se pone en riesgo la vida de muchas personas también. Es nuestra responsabilidad como periodistas saber evaluar eso.
No creo que nadie esté contento de ir a trabajar a la guerra
Darina Tkachenko respondió desde las calles de Kiev (en medio de una manifestación que ‘no era manifestación’). La mujer de 34 años, que vivió 7 años en nuestro país, respondió veloz entre emojis y palabras fuertes. “Hola, no sé qué decir”, escribió desde Kiev. “Espero que estén bien los periodistas, ahora no hay acceso a la información en Rusia, mejor no viajar ahí”, aconsejó.
Mientras enviaba videos de la marcha al grito de “una Ucrania única soberana” y emojis de una muñeca rusa y un serrucho, Darina afirmó que en Rusia ya no existe una civilización.
“Cualquier extranjero es automáticamente un espía. Y peor si es de EE.UU. Ahora estoy en una manifestación (algo parecido, porque en ley marcial no podemos manifestar) tratando de sacar a curas ortodoxos subordinados a Rusia. Hay mucho ruido. Es duro lo que pasa. Estamos en este frente. Yo no puedo disparar y luchar físicamente. Pero puedo estar aquí”, afirmo con el compromiso patriótico ucraniano que la hizo comprometerse con su estadía en medio de los bombardeos.
Oleksandr Slyvchuk cree que está preparado para pelear y defender con armas su país. “Tengo 25 años, no soy casado, no tengo hijos por eso los jóvenes como yo siempre tienen que estar listos para sumarse al ejército”, reconoce. “Conozco gente más joven que yo que ya están en el frente de batalla. La pregunta es dónde uno puede sentirse útil. Si existe la necesidad no me va a dar otra opción, es una responsabilidad penal si tú no respondes a la movilización. Nos han enseñados cosas básicas como desmantelar una ametralladora, como marchar, ponerse en la trinchera. Entonces, la población en general tiene una formación básica del servicio militar”, confesó.
-¿Tenés armas en tu casa?
-No, en Ucrania es ilegal tener armas. Hoy hay debates sobre si es necesario. Yo pienso que sí. Hay que tener al menos un arma pequeña. Para estar preparados para una confrontación cuerpo a cuerpo en caso de ser necesario.
Carlos Barría trepando y bajando trincheras en el frente de batalla. Con la misma agilidad que de niño demostraba en el Cerro Catedral de Bariloche o haciendo trekking en las Cascade Falls Trail de California. “Ahora estoy en Kiev, pero me estoy yendo al Donbass. A Bajmut donde está el frente no podemos entrar allí pero hay algunos pueblos donde si podremos trabajar”, dice con la naturalidad de la experiencia de un año intenso en esas tierras. “Hay francotiradores y esa situación se pone peluda. Voy con cuidado, no con miedo. No trato de estar nervioso. Tengo miedo cuando llego a un lugar y no sé qué está pasando. Cuando estoy informado intento que esa información me ayude a organizar bien mi trabajo”, dice el reportero de Reuters.
El final con Darina Tkachenko fue épico. La mujer, físicamente pequeña pero con el alma encendidamente valiente, escribía mensajes por wassap mientras marchaba en Kiev contra los religiosos ortodoxos.
-¿Que pensás de la falta de libertad de prensa en Moscú?
-No sigo sucesos en el país agresor. Que se jodan esos putos rusos de mierda.
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